G20: Lucha Contra el Hambre
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Publicado 2024-11-20 20:17:08
Ferley Henao Ospina

G20, La principal deliberación política y económica del mundo, asumió la lucha contra el hambre, objetivo con pocas y dinamitadas alternativas de solución, sin embargo, una muy efectiva pero poco explorada es la preparación de la gente del campo para alcanzar niveles de productividad que conviertan a los agricultores en agro empresarios eficientes, rentables y competitivos, para que puedan garantizar la seguridad alimentaria.

 

Analizando los datos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación FAO, se concluye que una de las principales causas del hambre, es la falta de conocimiento (actualización, innovación) necesarias para hacer las cosas bien en el agro.

 

Analicemos el rendimiento (t/ha): Arroz: Uruguay 9,3; Perú y USA 8,3; Colombia 4,5. Fríjol: Canadá 2,7; USA 2,4; Colombia 1,4. Maíz: Israel 22,6; Chile y USA 11,0; Colombia 4,2. Papa: Nueva Zelandia 50,9; USA 49,1; Países Bajos 42,6; Colombia 22,0. Tomate: Países Bajos 423,1; Alemania 268,9; Colombia 50,9.

 

Los impactos ambientales derivados son enormes ya que, para producir 100 toneladas de estas especies, cada país emplea, en hectáreas: Arroz: Uruguay 11,0; Perú y USA 12,0; Colombia 22,0 (El doble). Fríjol: Canadá 37,0; USA 41,0; Colombia 71,0 (casi el doble). Maíz: Israel 4,4; Chile y USA 9,0; Colombia 24,0 (el quíntuple). Papa: Nueva Zelandia y USA 2,0; Países Bajos 2,3; Colombia 4,5 (Más del doble). Tomate: Países Bajos 0,23, menos de la cuarta parte de una hectárea; Alemania 0,37; Colombia 2,0 (casi 9 veces).

 

Al utilizar mayor superficie fertilizada a modo convencional, se afecta proporcionalmente el suelo por degradación (reducción de la diversidad de organismos indispensables que viven en él), el agua (por nitratos, fosfatos y plaguicidas) y el aire (por emisión de gases de efecto invernadero como el metano, el dióxido de carbono y el óxido nitroso).

 

Colombia tiene 39 millones de hectáreas con potencial para cultivar (Minagricultura); en 2023 se trabajaron 4.7 millones (el 12 %), en las que deberían haberse cosechado unos 200 millones de toneladas, si se hubieran transferido las innovaciones necesarias, pero solo cosecharon 77 millones.

 

Este diagnóstico evidencia que los propietarios de la tierra carecen de actualización tecnológica y, por lo tanto, requieren programas concretos que los pongan a tono con la realidad actual en sanidad y productividad. A ellos es a quienes tiene que capacitarse, porque dar esta instrucción a quienes no lo son, es como colocar en el tobillo un remedio para el dolor de cabeza.

 

Sin embargo, el progreso siempre ha sido víctima de conspiraciones, conjuras e intrigas: a comienzos del siglo XIX, tras muchos intentos de poner en funcionamiento un tren con velocidad apropiada para transportar personas y carga, cuando ya se inauguraba uno que se desplazaba a 35 km/h, hubo protestas y los más cultos promotores de ellas sostenían que a los pasajeros se les saldría el corazón por esa velocidad. Contra todos los obstáculos, el tren se puso en funcionamiento y fue el cimiento de los trenes de alta velocidad, por levitación magnética, que hoy operan en el mundo desarrollado.

 

Los inspiradores del sistemático “NO”, han logrado “inocentemente”, frenar, postergar o impedir algunos procesos que buen servicio le aportan a la sociedad.

 

En lo rural, solo reconociendo que es indispensable la innovación, principalmente para los pequeños y medianos agricultores, se podrá asegurar que estamos camino a ganar la “Lucha contra el Hambre y la Pobreza”.

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